jueves, 1 de julio de 2010

Educación y economía

La revolución tecnológica en marcha está generando enormes potencialidades y desatando la mayor capacidad productiva que se pueda imaginar en la historia de la humanidad.

Esto puede generar las bases materiales de una nueva sociedad, que conjugue bienestar para todos; a partir de tener una mayor cantidad de bienes y servicios disponibles, los que producidos en menor tiempo, dejarían también la posibilidad a que todos pudiesen disfrutarlos.

Para llegar a alcanzar esos resultados deseados, se requieren dos requisitos básicos. En primer lugar, desarrollar la ciencia y la tecnología, acorde a las necesidades de la sociedad y a las nuevas tendencias mundiales; y en segundo lugar, generar una forma de organización social que permita el goce de esos beneficios para el conjunto (distribución equitativa del ingreso).

Nadie con un mínimo de capacidad y conocimientos, puede pensar hoy en que el éxito de un proyecto nacional pueda basarse en la mano de obra barata, o en la depredación de los recursos naturales de un país, a través de su uso intensivo e indiscriminado. La competitividad marcha por otro rumbo.

Hoy, las sociedades inteligentes, que piensan estratégicamente y cuentan con una clase dirigente en serio
, están haciendo ingentes esfuerzos para desarrollar su capacidad competitiva, a partir de generar productos con alto contenido de valor agregado, inteligencia y tecnología. La tendencia mundial es el crecimiento sobre la base de esos productos denominados "progresivos", altamente diferenciados, que permitirán mejorar la calidad de vida de quienes los generen.

De allí el valor estratégico de una población capacitada, de valorizar el sistema educativo, de esforzarse por desarrollar el sistema científico y tecnológico, y de articular esos esfuerzos con el sistema productivo.

Luis Fernando Lafferriere

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