lunes, 1 de noviembre de 2010

El hombre que restituyó el Artículo 22


por Claudio Puntel

Son horas de congoja para muchos argentinos. Militantes sinceros y honestos; algunos de ellos, inclusive fueron hasta 2004 compañeros nuestros en la lucha, lloran hoy la muerte del ex presidente. Desde Río Bravo, como plantea la nota de Martín Tactagi, respetamos la tristeza y el duelo, pero no vamos a dejar de lado nuestro compromiso de dar testimonio aun en las horas más duras.
Ayer, en su semblanza de Néstor Kirchner, el presidente venezolano Hugo Chávez relató apenado su primer encuentro con quien por entonces era el primer mandatario de Argentina. Recordó que en aquella reunión que se extendió hasta altas horas de la noche, Kirchner le contó sobre "su detención" durante la dictadura "y las torturas que sufrió" entonces. Chávez estaba difundiendo la imagen que algunas veces al kirchnerismo le gustó instalar. Es una versión que desde un tiempo a esta parte, ni el kirchnerista más fanático se animaría a relatar por temor a que se le caiga la cara de vergüenza.
El ejemplo de lo que, tal vez inocentemente, narró Chávez ayer, sirve para ilustrar sobre una característica clave de los gobiernos kirchneristas: los esfuerzos por dar un maquillaje nacional y popular a una política que está muy lejos de serlo. Solamente con esta clave, podría entenderse que intentaran, por ejemplo, hacer pasar como "acto de soberanía" una bandera del más rancio neoliberalismo que ellos dicen haber desterrado: el pago al tiki-taka de la fraudulenta, ilegitima, usuraria e ilegal deuda externa al FMI. Felisa de Miceli, ex ministro de economía de Néstor, eligió una anécdota sobre este hecho para recordar a su viejo compañero. Contó Miceli que estando en París se enteró de que Brasil le pagaba al FMI, entonces lo llamó al presidente para preguntarle “¿qué hacemos nosotros?”. Ella recalca que estaban nerviosos, y él le dijo "y bueno, pagá; aún sin saber del todo si estábamos haciendo bien... estábamos nerviosos, incluso nos reíamos...". La anécdota seleccionada por la ministro del paquete de plata en el baño, da la razón a Feinmann cuando dice que Kirchner no es Perón, pero no por los motivos que esgrime el admirador de Heidegger, sino por una razón de piné.

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