martes, 10 de agosto de 2010

A Fondo | La necesidad de revisar estructuras económicas y revertir la concentración de la tierra en la provincia.

Desde hace varios años los periodistas y otros trabajadores que debemos atender asuntos sociales, comunes, damos vuelta sobre lo mismo en la provincia de Entre Ríos.

Debe ocurrir en todos lados, pero los que conocemos más esta región, hablamos de esto, y en verdad esa monotonía, ese giro sobre los mismos caminos trillados, nos termina desgastando si no estamos prevenidos. No diría que nos aburre, pero la reiteración de los mecanismos tal vez sí ayude a que muchos naturalicen el estado de cosas. Pierdan la capacidad de sorprenderse.

En algún punto nos dejamos arrastrar por la conveniencia de sectores de poder que necesitan pequeños cambios para que nada cambie, y mantenernos entretenidos en asuntos no prioritarios.

Esta suerte de cansancio es lo que nos provocan las noticias que llegan desde Santa Elena, capital de la corrupción, capital de la destrucción de expectativas, capital del abuso empresario.

Constantini mantuvo abierto 18 meses el frigorífico luego de la privatización, lo clausuró, pidió créditos al estado (al pueblo) y dejó un muerto de 100 millones de dólares (su deuda con punitivos).

Luego de mil gestiones de los trabajadores constituidos en cooperativa, con enorme esfuerzo y talento, el estado nacional decidió ceder la planta (coincidencias entre Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner y gobernantes locales) a uno de los empresarios más cuestionados del país, Sergio Taselli.

Y bien: en esos días nuevamente es noticia porque está despidiendo personal. El cuento de nunca acabar.

Los manejos turbios permitidos por los gobiernos en lo que fue la planta alimentaria más grande de la Mesopotamia, un frigorífico que en verdad reunía a diez fábricas juntas con más de 3.000 empleados, ya son un clásico en las tierras de López Jordán.
Y esa es una noticia, pero hay otras similares o peores.

El frigorífico y El Quebracho
Los que conocemos el estado de la provincia de Entre Ríos sabemos que aquí hace falta una profunda reforma agraria que involucre, en principio, un millón de hectáreas, para frenar y empezar a revertir el proceso de expulsión de habitantes, éxodo de campesinos, hacinamiento en los barrios, un monstruo entrerriano con varias caras.

Y sabemos que los santaelenenses intentaron de mil maneras colonizar en forma más o menos equitativa, con oportunidades para varios, las tierras del estado, las tierras que los sectores político-empresarios no lograron rasguñar. Pero cada tanto nos enfrentamos de nuevo con lo mismo: lo poco que queda, eso poquísimo que queda, no será para repartir sino para acumular.

¿Qué más podríamos argumentar contra esta suerte de rapiña de los sectores concentrados de la economía que operan en connivencia con los políticos inescrupulosos?

La concentración de la tenencia y el uso de la tierra en Entre Ríos es una obscenidad. El economista Roberto Schunk estuvo a la vanguardia del reclamo de colonización, distribución, oportunidades para muchos. Pero hoy que es ministro de la producción ¿cuántas hectáreas tiene reservadas para la colonización? ¿Qué planes? ¿Un millón de hectáreas, cien mil, diez mil para empezar? Nada de eso. Schunk ministro no es el mismo que el otro Shunk economista, y a esta altura el economista debiera explicar porqué.

La oligarquía presiona, presiona, presiona, no quiere un poco, quiere todo. Y los políticos aliados dan y dan, ¿hasta qué punto? Dan, claro, y no gratis, porque es obvio que hay sectores de poder económico y sectores de poder político que se miman mutuamente. Son los que construyen la plutocracia, cuando no cleptocracia, y así se quedan todos atornillados al poder y al estatus quo por décadas. Algunos incluso vuelven dos, tres, cuatro veces a la gobernación, y en todos los casos garantizando favores a los grupos concentrados.

Con nombre y apellido
¿Qué grupos concentrados? Los que explotan el petróleo y venden los combustibles al por mayor y al minorista en una provincia tremendamente consumidora de combustibles; concentran la actividad de cabo a rabo porque así lo decidieron los políticos aliados que les permitieron hacer negocios propios con dineros públicos; y como si fuera poco son convidados a la búsqueda de petróleo y a la vez (para hacer bingo) se quedan con el manejo de los dineros del pueblo porque recibieron la concesión de lo que fue el banco del pueblo.

Es obvio que esta oligarquía debiera ser expulsada lentamente de la provincia, por los daños que provoca al tejido social, pero en vez de eso, resulta facilitada, beneficiada, premiada.

Los combustibles en manos de la española Repsol YPF y su socio Eskenazi, y la banca en las mismas manos. Pero pasa lo mismo que con el comercio en manos de Walmart y sus dueños, los estadounidenses Walton, la familia más rica del planeta. En vez del proceso lógico, que obliga a revertir esa tendencia al oligopolio y luego al monopolio, con el comercio minorista en manos de estadounidenses que venden manufacturas chinas y se convierten así en el emblema del país agroexportador, primario (de manual), dependiente por naturaleza; en vez de eso sus aliados, sectores de poder, los alientan a la expansión y les cambian las normas vigentes para que abran nuevas bocas, en comunidades como Paraná que, según expertos de diversas universidades (y sin nadie que los contradiga), están saturadas de multinacionales en el comercio.

Del verbo concentrar
Si el capitalismo es esto que se ve, la fase de concentración de las riquezas, oligopolios y monopolios y extranjerización y parasitismo a la enésima es ya un grado superior de este sistema, sólo posible con la formación de un grado de plutocracia y cleptocracia, como puede apreciarse. Y en Entre Ríos todo esto se expresa bien, ante la vista gorda de mucho intelectual, catedrático, pastor religioso, empresario, sindicalista, periodista, funcionario, político, poderoso de toda laya. Y con excepciones que son eso, excepciones.

Sigan los ejemplos que consolidan y explican la vulnerabilidad de la economía regional: el transporte de pasajeros de media y larga distancia (Derudder), el transporte urbano de pasajeros (Romero), el dragado y balizamiento (Jan de Nul) con una extensión de la concesión millonaria en este mismo año 2010 firmada por la presidencia… El tren (ALL), los puertos (Cargill-Agrenco), las cadenas asiáticas en el comercio a todas las escalas, compitiendo con la europea Carrefour y la estadounidense Walmart en el mercado minorista; el campo con el predominio de los negocios de Monsanto (semillas transgénicas, patentes, agrotóxicos), y Cargill y otras cinco firmas en la industrialización y las exportaciones; el campo con el predominio de grandes terratenientes propietarios, y grandes terratenientes usuarios del suelo (pooles): Blaquier (Estancia Centella de La Biznaga SA, grupo Ledesma) Grobocopatel (Los Grobo), Gualtieri, Elsztain, Soros, Salenstein, Werthein… Algunos de ellos dueños de los mayores shopping del país, y propietarios de bancos de primera línea que fueron privatizados (Hipotecario).

Y así la concesión de las rutas (Caminos del Río Uruguay S.A. de Construcciones y Concesiones Viales –CRUSA-, presidida por J. G. Insúa), la explotación extractiva del río (tres frigoríficos), la distribución de gas (Holding Intergas SA del italiano Ugo Ghezzi, con problemas entre socios)…

La extranjerización de la cúpula empresaria y la concentración son problemas que involucran a todo el país y han sido señalados por expertos de la economía. Pasa en la producción de cemento (Loma Negra), pasa en la producción de camiones con importaciones o con autopartes extranjeras; pasa en la siderurgia (Ternium Siderar, Techint, Rocca)… Aquí se nota esa tendencia abrupta y con resultados deplorables para las oportunidades de trabajo genuino, de empleo, de emprendimientos locales, de expansión demográfica equilibrada.

Elena, pobre Santa
Pero estos temas salieron solos, aceitados, con motivo de las novedades que llegan en verdad desde Santa Elena, en donde una firma (Tres Arroyos) pretende quedarse con más de mil hectáreas cedidas por el gobierno anterior, y los pastajeros resisten. Mientras que otra firma liderada por Sergio Taselli dispone cesantías de empleados al por mayor, en un frigorífico que es el emblema de las arbitrariedades del estado y de los privados, arbitrariedades al servicio de sectores amigos del poder y minando el espíritu solidario, cooperativo, de la población.

Hace pocas semanas leíamos, ya sin sorpresa, una amenaza de despidos masivos en boca de Taselli. “Esto no va más voy a cerrar el frigorífico, con esta gente no se puede… esto ya pasó hace tiempo, politizaron el frigorífico y se cerró y lamentablemente, va a volver a pasar”, dicen los medios locales que manifestó el empresario.

La semana pasada cumplió, echó al 20 % del personal. Son 30 obreros menos, y la firma adjudica la reducción a la crisis de la industria de la carne, tras el cierre de las exportaciones.

Como ocurrió en San José. Empresas que ganan millones, apenas entran en dificultades no van por sus reservas sino por sus trabajadores. Tras varios días de protesta, con cortes de ruta incluidos, los obreros consiguieron allí que el Estado cumpliera la semana pasada con su promesa de un subsidio… Aspirina para sus males.

Véase que, como en Santa Elena, también el viejo frigorífico Vizental estaba en manos del Estado por las acreencias, y fue entregado por los gobernantes a Swift Armour, para que luego lo adquiriera JBS, de capitales brasileños, con apoyo del presidente Lula da Silva.

Poco se habla de la extranjerización de la economía y la concentración de los resortes principales en pocas manos, como se habla poco de los pagos de la deuda externa fraudulenta y del sistema impositivo contrario al artículo primero de la Constitución (federal), y poco de la actual invasión europea en el Atlántico Sur, sobre territorios sudamericanos. El plan es perfecto y no funciona sin cómplices aquí.

En Santa Elena (un botón de muestra) mientras personas poderosas condenadas por la justicia por encabezar robos millonarios (desde el estado y en plena crisis de desocupación y hambre) caminan por las calles como cualquier hijo de vecino, los pastajeros, los trabajadores de la carne, todos renovaron su estado de zozobra, esa zozobra que los persigue desde hace décadas. No hay derecho.

Y no hay derecho a que nos hagan dar vueltas por décadas sobre lo mismo, por los mismos.
Por Tirso Fiorotto/Redaccion Diario Uno.

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